Chicos de 13 años de una escuela de clase media del gran Buenos Aires “juegan” a aspirar el polvo resultante de un caramelo destrozado como si fueran “Líneas”, o a cortarse , pincharse o quemarse a ver quien aguanta más.
Chicas (también de clase media) de 15 años invitan a los muchachos u hombres que concurren a ese pub a sacarles de la boca (con la boca) cubitos de hielo en una danza muy provocativa.
Dos escenas que llegaron a mis oídos el mismo día . No podría decir que me horrorizan, se podría decir, ok , peor sería que efectivamente se droguen o prostituyan como lo hacen otros tantos niños y niñas en el mundo. Pero llama la atención la crudeza o literalidad de estos juegos, que me parece superan esa categoría ampliamente.
Ya no se trata sólo de un simulacro, casi se podría decir una preparación para esas conductas, porque suponen un cierto riesgo.
A esa edad, pertenecer al grupo es vital, y para permanecer hay que imitar o seguir al líder. El riesgo es quedar excluído o peor aún ser tomado como objeto de burlas.
Casi como una compensación llegó a mi ese mismo día el nombre de un libro: "Pedagogía del aburrido" de Corea-Lewkowicz ,por lo que pude leer (de manera fragmentada aún) intenta dar respuesta entre otros temas a este, el planteo es (simplificando muchísimo) que antes, cuando existía el Estado benefactor la escuela era formadora de subjetividades, al retirarse aquel , el lugar ha sido tomado por los medios masivos de comunicación, y la subjetividad que se busca moldear hoy en día es la de un consumidor. Con la consabida velocidad, conexión y acelere de la información de la que ya todos hemos oído hablar.
Así es que marcar el cuerpo en forma de tatuajes, piercings ,y los ejemplos antes citados actuarían más allá de las modas como una suerte de anclaje, en donde frente a tanta “fluidez” de información , tanta fugacidad, algo quede fijo, seguro y marcado en el propio cuerpo.