2.8.07

Pequeño hermano



Me encantó , así que quise compartirlo con Uds.

TRANSMISION IDEOLOGICA EN UN POPULAR PROGRAMA DE TELE

Pequeño Hermano

"Todas las semanas, millones de personas toman partido para excluir a
alguien", advierte el autor: son los espectadores de Gran Hermano, que, así,
serían llevados a "identificarse con el modelo de exclusión social
imperante".

Por Cesar Hazaki *

El programa de televisión Gran Hermano -exitoso en gran parte del mundo-
gira en torno del eje inclusión/exclusión: los participantes son votados
para quedar o salir expulsados. El formato se ha extendido a otros programas
como Cuestión de peso, donde los participantes deben adelgazar semana a
semana y el que no cumple queda afuera, en otros donde se trata de conseguir
pareja o de bailar en busca de un sueño del que casi todos quedarán
excluidos. En el orbe, semana a semana, en eventos televisivos, millones de
personas toman partido para excluir a alguien. Lo notable es que el eje
inclusión/exclusión propugna una identificación con el modelo social
imperante.
Suele insistirse en que el discurso político ha decaído, que ya no produce
efectos aglutinantes, apasionados en los ciudadanos; que hay un divorcio
entre la población y la política. Sin embargo, la aceptación de la ideología
predominante no se establece sólo de manera directa: muchas veces las
propuestas mediáticas, sobre todo esas que hacen estallar pasiones masivas,
hablan para y por los poderosos. Nos hacen ver lo que necesitan imponer en
el día a día en la cultura del sometimiento.
Los exitosos Gran Hermano, con su eje en el par inclusión/exclusión, ponen
en evidencia el darwinismo social con el que el poder procura someter a los
excluidos y amenazar a los incluidos. El modelo social se hace
entretenimiento masivo. Este proyecto de supervivencia del más apto abreva
en las ideas de Malthus y Herbert Spencer, quien, en el siglo XIX, sostuvo:
"Me limito a desarrollar las opiniones del señor Darwin relacionadas con la
raza humana. Sólo aquellos que progresan llegan finalmente a sobrevivir y
son los seleccionados de su generación". Una clara división entre winners y
losers, que establece como premio la inclusión social para los primeros y la
desaparición de la vida comunitaria para los segundos.
¿Qué hace el público cuando asume un rol protagónico en la exclusión, cuando
decide que una persona debe ser expulsada? Por de pronto, su "voto" lo
constituye como consumidor: él debe pagar por su elección. En su
subjetividad, se dan identificaciones que lo llevan a ser parte del
proyecto. En éste, hay un adentro y un afuera. Y el consumidor-votante actúa
con pasión: "Vos quedás afuera y yo, entre muchos miles, lo decido". Pero el
que quede afuera estará allí por sus propias dificultades o limitaciones. El
drama de la exclusión social se transforma así en una ordalía, una aventura:
cada participante podría torcer ese destino si acertara con las actitudes
adaptativas correctas. La transparencia de la exclusión mediática solicita
explicar en forma exhaustiva, sesuda, las razones, los pecados que cometió
el que queda afuera. Se lo echa porque no merece estar en esa comunidad. Es
un inadaptado social, un perdedor.
En los noventa, el neoliberalismo necesitaba una ciudadanía que aceptara el
desguazamiento del Estado y los índices de desocupación en alarmante aumento
que vendrían. Se trataba de preparar a los ciudadanos para que no se
indignaran ante la desigualdad creciente. El miedo a la desocupación fue el
eje del sometimiento social. La televisión aportó lo suyo. Mientras los
padres eran ganados por Grondona y Neustadt, hubo una propuesta dirigida
especialmente a los jóvenes: los bloopers -también una moda mundial
entonces-. Se trataba de disfrutar con un humor que sólo era una expansión
sin límite del sadismo dirigido contra el débil. Para el poder era necesario
un tipo de humor que reiteraba la celada a un inocente, un castigo que la
víctima no sabía por qué debía recibir; y la traición era realizada por
amigos. Había un correlato entre ese espectáculo y el proceso neoliberal que
propugnaba la ruptura de todo tipo de lazo solidario para realizar, sin
costo, la exclusión social que el capitalismo necesitaba. Si durante la
dictadura militar, la fórmula que sintonizaba con el poder era "Algo habrán
hecho", ahora "Es una jodita para Tinelli": se trataba de reírse de la
desgracia ajena. Aquella frase paradigmática justificaba la crueldad más
terrible, dirigida hacia una sola persona y que contenía en sí los
estereotipos del machismo. Con ese plafond, el menemismo completó el trabajo
que la dictadura había dejado sin terminar.
Las transformaciones tecnológicas permitieron que los espectadores hayan
dejado atrás la pasividad ante la pantalla que dominaba la inicial cultura
televisiva. Hoy la velocidad e inmediatez de la comunicación necesita que el
espectador sea un actor (de reparto) imprescindible en los medios. Pero las
políticas de seducción que desarrollan los medios hacen jugar, en el
entretenimiento, fenómenos masivos que son parte de las políticas
neoliberales.

Gala de exclusión social
Tomemos por caso la "velada de gala" de Gran Hermano: históricamente, se
trató de un tipo de reunión de las clases dominantes; retrotrae a lugares
exclusivos y de selectivo acceso. Smoking, frac, vestidos largos; brillo y
riqueza. La fiesta era a puertas cerradas, y el pueblo, "la chusma", sólo
podía ver entrar o salir a los elegidos, comentar quién venía con quién,
admirar sus joyas, tomar partido por alguno, rechazar a otro. Recogiendo esa
tradición aristocrática, la partida de uno de los participantes se concreta
en una "velada de gala". El televidente que, por teléfono o por mail,
excluye a alguien, se cree un partícipe más de la velada de gala. Así el
proceso de identificación ha realizado todo el camino que el poder requiere.
El televidente ha sido cooptado por la ideología del poderoso. Al votar (con
más pasión que en una elección de diputados), está identificada con un
modelo que banaliza la exclusión social. Por vía del entretenimiento, se ha
identificado con el agresor. La seducción del poderoso ya está en sus deseos
y en sus actos. Acepta las reglas del juego, que lo llevan a aceptar y
banalizar la injusticia social. Este circuito subjetivo va sumando
voluntades para que la sociedad civil se incline hacia la aceptación
creciente de la resignación.
Dado el contexto mundial de segregación, superpoblación y desempleo
creciente, ¿por qué muchas sociedades que, en otros momentos históricos,
rechazaron la injusticia y la exclusión, hoy asumen estos costos sociales
sin mayor dificultad? Christophe Dejours, en La banalización de la
injusticia social (ed. Topía), dice: "En 1980, frente a la creciente crisis
del empleo, los analistas políticos franceses preveían que el número de
desocupados no podría tolerar un índice del 4 por ciento de la población
económicamente activa sin que surgiese una crisis política de envergadura,
con disturbios sociales y movimientos de carácter insurreccional capaces de
desestabilizar al Estado y la sociedad en su conjunto. Ocurría, en esos
años, lo mismo en Japón: los analistas políticos preveían que la sociedad
japonesa no podría asimilar, ni política ni socialmente, una tasa de
desempleo superior al 4 por ciento. Los franceses, como la mayoría de las
sociedades del denominado Primer Mundo, pueden soportar hoy sin graves
conflictos un 13 por ciento o más de su población desocupada". Sigue
Dejours: "Hay en Francia un cambio cualitativo de la sociedad en su conjunto
que implica una atenuación de las reacciones de indignación, cólera y la
justicia. Atenuación paralela al surgimiento de reacciones de reserva, duda
y perplejidad o franca indiferencia, junto con una tolerancia colectiva a la
inacción y una resignación frente a la injusticia y al sufrimiento del otro".
Parafraseando a Dejours, podemos decir que esos programas son una
preparación psicológica para soportar la infelicidad y colaboran en anular
cualquier acción contestaria. Jugar a ser verdugo del que se ganó su
ejecución es incorporarse a la banalización del mal, eje de las políticas
del darwinismo social; es agregarse a los que resuelven sin dolor ni
indignación cuánta gente debe quedar afuera de la distribución de bienes
materiales y simbólicos. Las audiencias, al votar en la velada de gala,
actúan las razones del exterminio. Claro que, para el poder, la mayoría de
los televidentes son tan prescindibles como los expulsados.
* Extractado del artículo "La ordalía mediática de la exclusión", que
aparecerá en el próximo número de la revista Topía. Psicoanálisis, sociedad
y cultura.
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16 comentarios:

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

Sabés? Me creés que no veo ni a Gran Hermano, ni a Tinelli...
La tele es un desastre...Una vulgar mamarrachada.

Lo peor es lo que bien mencionás: los consumidores.
No juzgo, no soy quién, pero la mediocridad ha llegado a extremos...y lo peor es que se permite. Pensá que lo que ven los padres...también lo ven los chicos. Es deprimente.


Un beso!!! Gracias por tus pensamientos.

El Analista dijo...

De tan simple, el concepto, es muy valido, convengamos que le comun de la gente no racionaliza estas cosas, otros necesitan un empujon de este tipo, gracias por compartirlo, mueve cabezas.

Gasper dijo...

Aunque por suerte a la noche soy de disfrutar de películas y no veo estos programas, creo que hay análisis exagerados.
Es decir, el artículo es interesante, pero me parece que darle semejante pensamietno y reflexión crítica es sumarse al juego de ellos.
¿O se hará para no quedar excluído de lo que, según parece, habla "todo el mundo"?

Sabemos que la vida real es otra cosa, y si no hay que leer, por ejemplo, el último post que escribiste y que nos llenó de perplejidad.

Besos sin nominar

LORD MARIANVS dijo...

Me permito recomendarte al respecto el libro "El eros electrónico" de un sociólogo español, Román Gubern que justamente no sólo trata esta cuestión de la televisión sino también los vínculos que se generan en internet.

El tema no es nuevo y un poco lo que dice Gasper también es cierto. Ser crítico también es una moda. Y con esto no quiero quitarle medulosidad al artículo, al contrario, es sumamente interesante. Algún día, aspiro a que la gente no mire estos programas.

Patricia Angulo dijo...

Gracias por comartir este artículo, me fui a preparar un te bien calentito y me puse a leer y a pensar en algunas ideas que fui sobrayando.

No miro mucha tele, porque sin tener la capacidad de hacer este análisis sociológico comencé a sentir que me quedaba con la sensación de tiempo perdido, de banalización de crisis y dolor, de sentirte excluído si no tenés ese sentido del humor, o no usás determinado producto, no sé, prefiero una peli o un libro.

Besos

Unknown dijo...

hola! me encanto recibir tu saludo! y otro beso para vos! esta semana me firmaron un comentario como tu nombre y conteste creyendo que eras vos. despues me entere de q era otra amiga. bueno, eso nomas. beso!

giroaj dijo...

Hace dos años desconecte la tele,...y ya antes la vía muy poco.

Muy buen post !!! Esto viene sucediendo de siempre !! No es que ahora haya unas posturas "críticas" con el sistema, es que la manipulación de las gentes fue yendo cada vez a más y más hasta deshumanizarla y convertirla en salvaje.
Las consecuencias de ello, la falta de valores y actitudes claras y firmes, estan por todas partes. Como el el post anterior,...la juventud no ES estúpida, es que la sociedad la estupidizó a la fuerza llevándola a posturas extremas, a enloquecer, a contradicciones fortísimas entre lo que se predica y lo que se vive en el dia a dia. Así estalla cualquiera. Sobretodo si no esta formado.
¿La culpa la tiene el sistema? Por supuesto !! Y tambien todo aquel que hizo dejación de sus principios por miedo a quedar "afuera",...
Por eso sostengo que el mundo descrito por Orwell en "1984" lo vivimos en la sociedad actual desde hace muuuuuuchos años.

Me despìertas las ganas de escribir !! ja,ja,ja.

Un beso enorme !!

Unknown dijo...

Interesante reflexión, Mireya. Un beso,
V.

A. M. Vermon dijo...

No lo había pensado!!!
estoy de acuerdo totalmente, son todos ejemplos de anti solidaridad y cruel competencia y egoismo.

tanto tiempo, te espero en accion potenciada mi blog musical, publique nuevas canciones que se pueden escuchar.

saludos: andres.

TORO SALVAJE dijo...

Al final opté por huir de la telebasura, me cuesta dinero ver televisión un poco decente, pero es el dinero que mejor gasto.

Besos.

Anónimo dijo...

HOLA MIREYA..QUE TAL!!
SABES?..HE VISTO VARIOS REALITYS..
SEGMENTOS DEL BIG BROTHER..TAMBIÉN EL DE LOS GORDITOS..CREO QUE INTENTÉ COMPRENDERESA CLASE DE TV...
EN LA MONTAÑA NO TENEMOS EL CABLE..Y ME TENGO QUE BANCAR LA FARÁNDULA..O NO VER TELEVISIÓN..ME CREERÁS QUE AL MISMO TIEMPO EN LOS 5 CANALES..DANLA HISTORIA DE ALGÚN "FAMOSO"..CON QUIÉN SALIÓ..SI HIZO ESTO O LO OTRO..
¡¡VALOOORR!!!..Y YO PENSABA QUE YO ERA UN VIEJO AMARGADO QUE ERA EL ÚNICO QUE RECLAMABA CON TANTA..TONTERÍA..!!
ABRAZOS AL CONGELADOS..(EN ESTE PRECISO MOMENTO ESTÁNEVANDO DE NUEVO..DESPUÉS DE 30 AÑOS..SE VERÁ HERMOSO EL JARDÍN..(ALGO MEJOR QUE MIRAR)
CARIÑOS MILES
RENÉ

fgiucich dijo...

Una exposición interesante, sin duda. A Gran Hermano lo veo, al pasar, haciendon zapping y , hasta ahora, me ha parecido un programa de cuarta. Abrazos.

Daniel de Witt dijo...

Excelente el análisis. Ya había pensado la similitud entre la exclusión social y la mecánica de Gran Hermano, pero no lo había analizado tan profundamente como se hace aquí.
Siempre termino en lo mismo, pero es inevitable: El Pentágono diseñó la Guerra de Cuarta Generación (G4W, la llaman), que tiene como base la conquista ideológica a partir de los medios de comunicación masiva.
La única solución es apropiarnos como sociedad de los medios.
RCTV, te suena?
Aquí las concesiones fueron renovadas hasta el 2019. Está todo dicho.
Un abrazo.

Gasper dijo...

Ya pasó (¿ya pasó?) pero te deseo un feliz día del niño por llevar esa nariz colorada que hace tan bien.

Besos y buena semana

MAYA dijo...

Mireya: Excelente artículo de análisis. En mi país, estos programas aparecen como cortina de humo cuando es necesario tapar muchas informaciones que van a afectar al pueblo(¿Qué curioso no?). Este fenómeno de inclusión y exclusión aprovechado por los medios de comunicación o apoyado para ser más clara van en contra de toda sociedad que busca la igualdad o se jacta de ir contra estos esquemas ya retrogradas que no terminan de excluirse de nuestras sociedades "tercer mundistas". Claro, terminamos siendo conejillos de indias de países del "primer mundo", que nos cuelan este tipo de programas. Lo mejor, apagar la TV y no ser exclavos de zapping. Difícil por todo el empuje de la publicidad, pero si somos algunos los que apoyamos, quizá algún día esos "unos", seremos más.

Un buen artículo.

Un beso,

Maya

klimt dijo...

largo, pero muy bueno

en realidad hace un analisis de esos juegos en los que vamos cayendo, y somos parte...

cuando uno tiene hijos, y ve que en colegio, comienzan los "recha" (rechazados), y los "aceptados" (ahora mismo no recuerdo como les llaman), es algo que deja mucho que pensar. MI compañera en la clinica -una psicologa infantil- me cuenta que el principal motivo de consulta hoy dia en los niños pequeños y adolescentes, es ser aceptado o no, en el circulo de la clase del colegio, y todo lo que esto pueda conllevar.
Me encanto, y gracias por compartirlo.
besos

Alvaro